Propuestas lúdicas para animar a la lectura gozosa
Una de las Funciones del quehacer artístico: Hacer visible lo invisible. Dice el educador y escritor brasilero Rubem Alves en su libro “La alegría de enseñar” que:
Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma continuamos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo por la magia de nuestra palabra. El profesor, así, no muere jamás…
Y cada uno de nosotros, en independencia de la edad y de la profesión, de el/ los oficio/s o roles que desempeñemos en la vida, siempre ha sido, es y será educador y educando a la vez. Siempre estamos enseñando y aprendiendo.
También es importante reconocer que, desde niños, nuestra primera herramienta para leer, entender e interactuar en y con el mundo que nos rodea es la palabra, la palabra viva (dicha a viva voz y con todo el cuerpo: miradas, gestos, ademanes, entonaciones, intenciones, silencios, velocidades, aproximaciones, posturas, diálogo tónico corporal, táctil, etc.), la Oralidad y su música, y la música de nuestro paisaje cultural, ése en el que fuimos concebidos (por lo que su adquisición comienza antes de nacer) y con el que salimos o “entramos” a la vida.
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