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Declaración universal de los derechos del niño a escuchar cuentos

miércoles, 29 de julio de 2009 Escribir un comentario





“CREO EN LOS PODERES CREADORES DEL PUEBLO.”
Aquiles Nazoa (Venezuela)



1- Todo niño, sin distinción de raza, idioma o religión, tiene el derecho a escuchar los más hermosos cuentos de la tradición oral de los pueblos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.


2- Todo niño tiene pleno derecho a exigir que sus padres les cuenten cuentos a cualquier hora del día. Aquellos padres que sean sorprendidos negándose a contar un cuento a un niño, no sólo incurren en un grave delito de omisión culposa sino que se están auto condenados a que su hijo jamás les vuelva a pedir otro cuento.


3- Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedirle al adulto de su preferencia que le cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo hace con amor y ternura, que es como se cuentan los cuentos.


4- Todo niño tiene derecho a escuchar cuentos sentado en las rodillas de sus abuelos. Aquellos niños que tengan vivos a sus cuatro abuelos podrán cederlos a otros niños que por diversas razones no tengan abuelos que les cuenten. Del mismo modo, aquellos abuelos que carezcan de nietos están en libertad de acudir a escuelas, parques y otros lugares de concentración infantil en donde, a su antojo y sin límites, podrán contar cuantos cuentos quieran.


5- Todo niño está en el derecho de saber quiénes fueron, por ejemplo, José Martí, Hans Cristian Andersen, Aquiles Nazoa, Horacio Quiroga, Gabriela Mistral y Javier Villafañe. Las personas adultas están en la obligación de poner al alcance de los niños todos los libros, cuentos y poesías de estos autores y muchos más.


6- Todo niño goza de plenitud del derecho a conocer las fábulas, mitos y leyendas de la tradición oral de su país. En el caso de los niños latinoamericanos, éstos tienen perfecto derecho a interesarse en nuestros relatos indígenas, afrolatinos y cuentos costumbristas, así como en toda aquella literatura oral creada por el pueblo.


7- El niño también tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos así como modificar los ya existentes, creando su propia versión. En aquellos casos de niños muy influenciados por la televisión, sus padres están en la obligación de “desconectarlos”, conduciéndolos por los caminos de la imaginación de la mano de un buen libro de cuentos infantiles, un juego o un relato, fruto de su voz y su afecto.


8- El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos e imaginativos relatos, propios o no, con o sin reyes, largos o cortos, lo único obligatorio es que estos sean hermosos e interesantes.


9- El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.


10- Todo niño, por último, tiene derecho a crecer acompañado de las aventuras de “Tío Tigre y Tío Conejo”, o “Juan el Zorro y Tío Tigre”, de aquel caballo que era bien bonito, de la vaca que era muy estudiosa, del “Colorín colorado” de los cuentos y del inmortal “Había una vez…”, palabras mágicas que abren las puertas de la imaginación en la ruta hacia los sueños más hermosos de la niñez, y en consecuencia, un futuro de jóvenes y adultos íntegros, libres, felices.



(Cedido por el grupo de Cuentacuentos “Pantón” (Venezuela), en adaptación de Marcela Sabio)



Credo de Aquiles Nazoa

Creo en Pablo Neruda, Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra;
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres,
Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable,
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa,
Creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una Purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
Creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma,
Creo en Rainer María Rilken héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacarificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer,
Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia,
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
Creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
junto a sus sienes un resplandor de estrellas.
Creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe.
Creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
el Beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero.
Creo en la amistad como el invento más bello del hombre,
Creo en los poderes creadores del pueblo,
Creo en la poesía y en fin,
Creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.


Aquiles Nazoa

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